sábado, 4 de diciembre de 2010

Manhattan from the sky*

No se, me importa un pito que las mujeres 
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; 
un cutis de durazno o de papel de lija. 
Le doy una importancia igual a cero, 
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco 
o con un aliento insecticida. 
Soy perfectamente capaz de sorportarles 
una nariz que sacaría el primer premio 
en una exposición de zanahorias; 
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, 
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
                                               Oliverio Girondo

Con la brisa húmeda de mayo entró Oliverio en la vida de Eva, y ya en su llegada volaron papeles, sillas y hasta cuadros saltaron de la pared. En su indentificación tenía escrito el nombre de Carlos Alberto Torres, sin embargo, según Eva no había nombre más adecuado que Oliverio para un hombre con tan aérea característica. Ella nunca supo de donde venía, el pasado es algo que a los volátiles no les interesa, o sencillamente lo olvidan con tantos despegues y aterrizajes. Es por eso que Oliverio a menudo dejaba escrito en papel sus sentimientos, usando frases de escritores famosos que transmitieran lo que experimentaba en el presente y que luego olvidaría en el futuro.

A Eva la pareció genial encontrar una persona que tuviera un comportamiento parecido al suyo, pues aunque ella no olvidaba tan pronto las cosas solía escuchar varias veces las canciones buscando los versos con los que se indentificaba en ese momento. Y hasta una vez confesó haberse enamorado de la letra de una canción. Sus amigos la habían diagnosticado como enferma crónica. Así que respiraba aliviada cuando Oliverio, luego de tocar las estrellas, sacaba una libretica pequeña junto a un lápiz y escribía: "El amor nos puede llevar al cielo o al infierno, pero siempre nos lleva a alguna parte" (Paulo Coelho).

En esos meses volaron juntos incontables veces. Eva no había experimentado anteriormente la intensidad de un amor en las nubes, pero desde que llegó Oliverio se sentía tan liviana como una pluma, y a veces volaba con solo un soplo de viento. Cuando Eva tocaba el suelo recordaba que un hombre volátil padece de amores pasajeros, y entonces corría a escuchar los fragmentos de sus canciones: "Loco y fuera de foco, a pasos de delirios prefiero el martirio de un buen mal intento que ser ornamento cual vulgar tapiz" (Buena Fe).

Con el frío nocturno de noviembre Oliverio se desvaneció en el aire, dejando una estela de humo como si de un DC-10 se tratara. Eva lloró seguido 23 días con sus noches, 14 horas, 37 minutos y 12 segundos. Luego se quedó tranquila, secó sus ojos, levantó la vista y le sonrió a una foto suya colgada en la pared, volando en el cielo de Manhattan.

*Título de una canción de Kate Voegele que recomiendo sin dudas.